Hace muchisímos años
vivía en el Lejano Oriente una mujer viuda con
su único hijo, un muchacho muy bueno que se
llamaba Aladino.
Un dia se paseaba Aladino por el parque de la
ciudad cuando un hombre se le acercó.
Buenos días Aladino, no te sorprenda que conozca
tu nombre. Vengo desde muy lejos en busca del
hijo de mi hermano que murió hace algunos años
y al verte me he quedado asombrado de tu parecido
con él. ¡Tú eres el hijo de Alí, el sastre!
¿verdad?.
?Buenos días Aladino, no te sorprenda que
conozca tu nombre. Vengo desde muy lejos en busca
del hijo de mi hermano que murió hace algunos
años y al verte me he quedado asombrado de tu
parecido con él. ¡Tú eres el hijo de Alí, el
sastre! ¿verdad?.
Si, señor.
Pues bien, he viajado hasta aquí únicamente
para conoceros a tí y a tu madre y con la
intención de ayudaros en todo lo que esté en mi
mano. Ven, he dejado todas mis cosas en casa de
un amigo en las afueras de la ciudad.
Acompáñame y las recogeremos.
Caminaron largo rato hasta llegar a una zona en
la que ya no se veía ninguna casa. Aladino que
estaba muy sorprendido por todo lo que estaba
pasando se quedó completamente desconcertado al
oír a aquel hombre decir:
Ostra cost ausi ros chiar cante niar cuante siar.
De repente con gran estruendo se abrió una gran
zanja en la tierra y el tío de Aladino dijo:
Tú que eres joven y fuerte hazme un favor baja a
esta cueva que ahí ves, dentro de ella hallarás
una vieja lámpara de cobre. Súbela... ¡ah! y
toma, a cambio de este favor que me vas a hacer,
te regalo este anillo.
Gracias tío, haré como dices.
Bajó Aladino a la cueva, recogió la lámpara y
al intentar subir no halló la salida. Angustiado
llamaba:
¡Tío, por favor, ábreme! ¡Tío, escucha!. Se
ha cerrado la entrada.
Pero el tío de Aladino que era un mago muy malo
se había ido y ya no le oía.
¿Qué voy a hacer yo ahora? ¿Quién me va a
sacar de aquí? ¿Y quién sería este hombre y
por qué me regalaría este anillo? ¿Y ésta
vieja lámpara de quién será?
Al decir esto tocó la lámpara sin querer y de
repente toda la cueva se iluminó con una luz muy
intensa y un genio enorme apareció ante Aladino
y dijo:
Soy el genio Dos Moradas pues no me importa
habitar en el anillo o en la lámpara en los dos
sitios puedo estar. Pídeme lo que tu quieras,
todo lo puedo lograr, tus deseos son mis órdenes.
Dí qué puedes desear.
Quiero ir a casa y llevar algunas de estas joyas
que veo por aquí a mi madre pues somos pobres.
Al momento se vio Aladino en su casa con la joyas
en un bolsillo y la lámpara en el otro y en
cuanto se tranquilizó le contó a su madre todo
lo sucedido. Ella le aconsejó que no fuera
ambicioso y que no pidiera nada a la lámpara y
al anillo si no lo necesitaba realmente, lo cual
le pareció muy bien al muchacho.
Pasó el tiempo, y con motivo de las fiestas
reales hubo muchos desfiles y festejos por las
calles de la ciudad. La hija del rey presidió
muchos de ellos y Aladino ,cada vez que la veía,
se enamoraba más profundamente de ella. Un día
...
¡Madre!, creo que ha llegado el momento de
utilizar otra vez la lámpara maravillosa, estoy
enamorado de la princesa y al ser tan pobre es
seguro que el rey no me aceptaría.
Tomó la lámpara y la frotó.
¿Qué deseas, mi señor?
Deseo trajes, joyas, carrozas y un hermoso
palacio con servidores y rodeado de jardines,
pues deseo casarme con la princesa. Todo por
partida doble, pues deseo lo mismo también para
mi madre.
No había acabado Aladino de decir esto, cuando
se vio vestido lujosamente y rodeado de
servidores en el interior de un palacio
maravilloso. Los criados prepararon una carroza y
muchos presentes y llevaron a Aladino al palacio
Real. El cortejo fue enseguida recibido por el
Rey quien al ver tan rico pretendiente no dudó
en concederle la mano de su hija, la princesa.
Enseguida se casaron y fueron a vivir al palacio
de Aladino que estaba cercano al del rey. Pero un
día un sirviente despistado vendió a un
buhonero la maravillosa lámpara de su señor,
sin saber que el buhonero era el mago malo que
había encerrado a Aladino en la cueva.
¡Ah, ah, ah, ah! Este criado tonto me ha vendido
la lámpara y por medio de ella haré trasladar a
la princesa con el palacio y todo lo que en él
hay a un lugar lejano y cuando vuelva Aladino de
la cacería donde ha ido no encontrará nada.
¡Ah, ah, ah, ah! ¡Qué malo soy! ¡Ah, ah, ah,
ah... ahh!
Y frotando la lámpara pidió el mago al genio su
deseo. Al regresar de la cacería, Aladino no
encontró a su esposa ni a su palacio pero sí al
rey que estaba tristísimo por la desaparición
de su hija. Pero entonces, en su desesperación,
recordó Aladino el anillo que brillaba en su
dedo y frotándolo apareció el genio que en un
segundo obedeció a Aladino quien le mandó que
le devolviera a su mujer, cosa que hizo al
instante mientras le decía:
Querido Aladino, mi buen señor, no sólo te
devuelvo a tu mujer y a tu palacio con todo lo
que contiene sino la lámpara que el mago malo se
llevó. Pues no merece tenerla porque no la usa
para hacer cosas buenas, por eso quiero que tú
la guardes siempre y que, por medio de ella y del
anillo, practiques siempre el bien.
Aladino no olvidó nunca las palabras del genio
quien tan bien se había portado con él y
todavía se le recuerda en su país como el
hombre más generoso y justo que nunca haya
vivido allí.
FIN
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